Sembrar paz

Por: Gabriel Perdomo Castañeda

En estos tiempos difíciles de abandono de la polis donde los servicios públicos son precarios; en estos tiempos de incertidumbres, de violencias, de amenazas, desconfianzas y dudas, hay que sembrar paz.  Sí, hay que sembrar paz; la frase no es mía sino que fue expresada  en la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC,  por una líder quien la empleó en reciente reunión y en realidad considero que  expresa el derrotero y camino que hoy necesita seguir el país.

La gran utilidad de la paz en todos los lugares y en todos los tiempos es que favorece las condiciones para que florezca la vida en la enorme variedad de formas y manifestaciones que la caracterizan. En nuestro caso particular, Colombia, martirizada por infinidad de formas de dolor, persecución y muerte, anhela vehementemente la paz como expresión de la justicia social y la democracia real  para darles nuevas oportunidades a  ciudadanos y ciudadanas.

Sembrar paz es respetar a las comunidades ancestrales  o indígenas en sus territorios, culturas y autonomías. Son ellas precisamente quienes nos enseñan que sembrando paz cosechamos vida. El despojo por más de 500 años contra ellas debe parar; la eliminación física de sus dirigentes debe terminar pues ellas tienen derecho a la tierra, a su cultura y su territorio.

Sembrar paz es abrir el ancho camino a la verdad. La tarea de la verdad está a la orden del día. Las víctimas de las violencias y las guerras para sanar y reconciliarnos   antes que nada quieren saber por qué, de quién y cómo fueron víctimas. Un pacto por la verdad es urgente.

Sembrar paz es avanzar en las transformaciones sociales necesarias. Paz sin cambios económicos, sociales y políticos es imposible porque gran parte de las violencias tienen origen en estructuras económicas y sociales injustas, particularmente en el campo. En este aspecto, paz es reforma agraria integral y la implementación de proyectos productivos donde se favorezca la pequeña y mediana empresa.

Sembrar paz es dialogar y cumplir los acuerdos con antiguas y actuales guerrillas. Hacer acuerdos, obtener la dejación de armas y cumplir lo pactado con el Estado pues lo contrario es traición, que deja la puerta abierta a nuevas violencias, tal como nos está ocurriendo.

Sembrar paz es cesar el asesinato de líderes y las masacres de jóvenes. No se entiende que firmada la paz sigan desbocados actores de violencia viejos y nuevos. Cultivos de coca requieren sustitución no fumigación. Al Estado corresponde llegar integralmente a todas partes y asegurar el monopolio garantista de la fuerza pública sometida a la Constitución Nacional y la ley.

Sembrar paz es respetar las reglas básicas del juego democrático. Hay pactos fundantes que hacen viable un país. Hay pactos que encauzan el trámite del conflicto permanente. Unos y otros requieren absoluto respeto por parte de todos los ciudadanos y ciudadanas, sus asociaciones, empresas, movimientos y partidos políticos.

Sembrar paz es buscar sin pausa los objetivos del Estado Social de Derecho. Esta forma avanzada de Estado se establece para asegurar que la democracia se practique como libertad, pero también como progreso incesante en la equidad social. No caben reformas regresivas en material laboral, tributaria o pensional. La democracia no es simplemente votar sin democratización económica de la sociedad.

Sembrar paz es declarar y practicar el más absoluto respeto por lo público. La corrupción, el abuso de poder, son formas de violencia y factores provocadores de más violencia entre la población.

Sembrar paz es admirar y cuidar la naturaleza y el planeta como casa común. El desprecio por los derechos de la naturaleza es una violación anticipada de los derechos de generaciones futuras. Cada día deforestamos miles de hectáreas o envenenamos nuestros ríos con mercurio.

Sembrar paz es respetar la vida, hacer la vida digna en convivencia con los demás, diferentes y diversos. Sembrar paz es respetar las formas de gobierno que se dan en los países vecinos. La paz se requiere en el interior y en el exterior del país. Si hay pleno respeto al libre desarrollo de la personalidad entre las personas, es preciso que haya pleno respeto a la libre autodeterminación entre los países.

Sembrar paz es respetar las justas exigencias de protestas y movimientos sociales que reclaman pan, trabajo, justicia y libertad.

Nunca una nación como Colombia se ha fracturado en medio del odio y la confrontación a muerte entre hermanos. Llegó la hora de dejar de sembrar vientos de intolerancia porque con ello solo se cosechan tempestades. No más muerte y persecuciones, no más irrespeto a la ley y la convivencia; es la hora de sembrar paz para que florezca la vida con toda su alegría, riqueza y esplendor.

 

 

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